Mi papá falleció de cáncer de pulmón hace un año y poco más.  Éramos él y yo un equipo genial. Mi mamá nos había dejado 3 años antes, de un infarto. Fue un duro golpe ya que no hubo despedida, si bien es cierto el tiempo nunca es suficiente cuando hay que decir adiós. Desde entonces mi padre y yo éramos inseparables. Los momentos que pasamos fueron los más bellos de mi existencia, ya que de niña no pudimos compartir mucho debido a su trabajo. Me sentía huérfana de padre ya que él no pudo estar conmigo  pero en el periodo que por fin pudimos hablar de la vida me confesó lo mucho que anhelaba pasar tiempo en casa, solo que no su trabajo no lo permitía.
Me hubiese gustado congelar el tiempo cada vez que podía escuchar su voz, pero todo siguió su curso. Se le diagnosticó cáncer de pulmón estadio IV y fue desgarrador. En ese tiempo sentía que la vida me volvía a quitar a alguien que amaba. Como estudiante de medicina sabia de la gravedad de la situación en la que se encontraba mi padre. Sabía que cada segundo literalmente valía una vida entera, entonces decidí aprovechar cada momento, cada sonrisa, cada palabra y los tantos silencios que hacían de intermedios en las noches sin dormir.

Irónico que a las personas que más amé en la vida los tuve que ver partir frente a mí, sin poder  hacer nada, solo estar al lado, contemplándolos mientras mi corazón se deshacía. Si bien sabrá Dios las veces que le rogué para que me conceda un minuto, un día o un mes más, me sentí pérdida y sola luego del adiós. En el abismo en el que me ahogaba no encontraba sosiego, aunque, racionalmente estaba consiente que hice todo lo que estaba en mis manos, emocionalmente me torturaba impotente preguntándome que más pude haber hecho para prevenir lo impredecible.

Hasta el caos tiene fondo y al llegar ahí, una parte de mi  despertó de vuelta. Fue entonces que encontré la meditación Raja Yoga y ya no me separé de la paz que encontré en ese camino.  Recuerdo la primera vez que pisé el Centro de Brahma Kumaris como si fuese ayer. Con algo de incertidumbre, aquel miedo se convirtió en amor. Esas personas increíbles que conocí ahí se convirtieron en mi familia. Al descubrir Brahma Kumaris no solo me encontré a mí misma, una niña que andaba perdida por el mundo sino también a Dios. Fue un cambio de 180 grados sin dudas.

La aceptación y el desapego son un gran desafío, el perdón y el dejar ir el pasado, lo son aún más. Las emociones negativas se asemejan a  sombras que se desvanecen  con los rayos del sol y el Raja Yoga es para mí ese sol que ilumina el universo.

Descubrí  que somos paz, que la vida es un camino de luz y nos merecemos ser felices. El pasado es un gran maestro, sus enseñanzas son importantes pero  el presente,… el presente es vida.. es amor…

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